Bolotomías 1996


REBAJAS

" Son mías, yo las he visto primero", grita decididamente histérica una de las mujeres.
Aferrada al otro extremo del juego de tres toallas por sólo 999 pesetas, su enrojecida contrincante escupe un venenoso insulto, en tanto que los maridos de ambas se miran avergonzados mientras intentan firme pero inútilmente separarlas. 
- ¡Mil duros a favor de la gorda del abrigo verde! - intervengo precavido antes de que alguien fuerce una tregua.
Cuando dejo atrás la gresca de lencería del hogar, las apuestas están diez a uno a favor de la gorda y el público pide que el combate sea a muerte. Esto es lo que más me gusta de las rebajas: la solidaridad.
En la segunda planta el guarda jurado ha vendido la pipa por 9.999 pesetas y se ha gastado el dinero en dos pantalones superrebajados de la sección moda joven. La feliz compradora del revólver, por su parte, lo ha utilizado para perpetrar un exitoso atraco en la sección de perfumería.
"¡Que nadie se huela, o lo vaporizo!", amenaza plenamente embriagada por su botín de Chanel.
Aprovechando la confusión, trinco una barra de desodorante y le doy un bocado. Mucho mejor que el roscón rancio que nos dio mi cuñada el día de Reyes... ¡dónde va a parar! Anoto el dato en mi agenda de venganzas para este nuevo año mientras me abro paso a codazos en las escaleras mecánicas, camino de la tercera planta.
" No nos cogeréis vivos, cabrones. Repito: ¡cabrones!", amenaza con sutil violencia por megafonía una voz femenina.
No es un farol. Los dependientes se han parapetado detrás de la caja registradora y resisten - sin bajas - el intenso fuego de las tarjetas de crédito. Al único cliente que ha conseguido atravesar la línea de defensa le han arreglado la boca con las tenacillas de quitar la chapita antirrobo y después lo han colgado del perchero de las gabardinas (desde 4.999 pesetas) como escarmiento para los demás.
Siento que las fuerzas me abandonan. Si no llegan pronto los refuerzos, la situación será desesperada. Sólo espero que mi sacrificio haya valido la pena (una camisa y doce calzoncillos por 4.999 pesetas) y que mi patria y mi familia puedan sentirse orgullosas de mí.

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 CARNAVAL

Dos de la madrugada. El bar está lleno y hace mucho calor. Llevo una hora en la barra esperando a Matías y alguien acaba de aprovechar el momento en que me llevaba el vaso a la boca para darme un empujón en el codo. El asesino que todos llevamos dentro me pide permiso para salir a darse una vuelta.
"¡Ouuu. Eskiusmiplís! Yousoy rilisourri. Yo invita a otrou ¿okéis?"
El fulano tiene todo el aspecto de un yanki borracho como un cosaco disfrazado de legionario romano nacido en Bretaña de padres vikingos. Por un momento considero la posibilidad de partirle la cara. Al fin y al cabo tengo derecho a estar cabreado: me ha tirado un café irlandés hecho con whisky escocés por encima de un poncho peruano prestado por un amigo chileno. Sin embargo, tengo la absurda intuición de que una reacción violenta provocaría que todo el mundo me considerara un xenófobo. Así que me contengo... y que se joda el chileno. Además es carnaval, qué coño.
- Mi aseptou tuss eskiusis and yoar inviteishon - bromeo para romper la tensión
"¡Ouuu...! ¿Yu tambiéin americanou?" babea esperanzado el gringo
- No. Creo que es el único defecto grave de nacimiento que no tengo - escupo. Y aprovecho la ocasión para pegar cuidadosamente todos los cachitos de la tensión rota y volver a ponerla en su sitio.
Mientras sus amigos lo sacan del bar, el yanki jura a voces que, para la gentuza como yo, la inyección letal es una mariconada. Le doy la razón y bendigo las fiestas, como los carnavales, que ofrecen la maravillosa oportunidad de conocer a gente distinta y hacer nuevas amistades.
Recuperada la calma, pido otro irlandés. Desde el otro extremo de la barra un tipo vestido de monja disfrazada de putón bigotudo me lanza unos besitos y una arrugada servilleta de papel que va a caer en mi vaso. Volvemos a empezar. Espero que Matías llegue pronto o esto va a ser una masacre.

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GOLPES

" Y ¿qué noticias hay del general Queipo de Llano?", pregunta con voz recia y viril.
- Por lo visto se casó y ha tenido una criatura, mi coronel - contesto con aplomo.
Mi respuesta le desconcierta. Lo cierto es que juego con ventaja, él lleva quince años encerrado en este cotolengo, a solas con su único pensamiento, y a mí no me cuesta nada desviar su cerebro a córner cuando me conviene.
"Una criatura...", murmura dubitativo, " y ¿qué ha sido?...  ¿niña o requeté?"
- Requeté, mi general.
Lo acertado del sexo y el ascenso que le acabo de otorgar envían definitivamente su discurso fuera del campo. Mientras va a buscarlo enciendo un cigarrillo y miro el reloj. Es 24 de febrero de 1996.
"¡Se sienten, coño!", ladraba Tejero hace quince años y un día. Y el fulano que hoy persigue los restos de su modesta inteligencia por la sala de visitas del frenopático, limpió su pistola de suboficial en la reserva y "ya vuelven los míos y arribaspañaporfín aunque tenga que sacrificar a mi propia familia". Pero el fracaso lo volvió definitivamente majara. Si no tuviera una paranoia tan peligrosa, invertiría un poco de piedad en él. A fondo perdido, por supuesto.
"Supongo que le pondrá Francisco, como Franco", vocea retornando a la conversación.
- No - respondo con aspereza - le va a poner Calvo, como Sotelo.
El cerebro de mi tío segundo por parte de madre vuelve a perderse por la línea de fondo. Empiezo a aburrirme. En mi familia siempre hemos sentido debilidad por los parientes lejanos y las antigüedades, pero lo de este hombre es excesivo. Espero tener más suerte cuando de nuevo nos juguemos a las cartas la visita mensual que nos permiten los psiquiatras.

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DIETAS

"Un descafeinado de cafetera corto de café, con sacarina, y un bollo de nata y un curoasán con mantequilla y jamón york."
Creo que va a ser un día muy duro. Acabo de abrir el bar y este voluminoso especimen con chándal y zapatos de tacón ya está complicándome la vida. Y para colmo huele como una droguería después de un cataclismo.
"Ah, y el curoasán me le mete un poquito en el microondas.. que esté templadito  ¿sabe?.. es que tengo prisa” - remata la deportista.
Su voz es chillona pero desagradable, y destila impertinencia por todos sus costados, que son muchos más de cuatro. Creo que me estoy enamorando. Y de ahí al crimen pasional sólo hay un paso.
" Qué... ¿está ya ese café?", me taladra con sutileza
- Ahora mismo se lo sirvo - respondo tenso
De pronto recuerdo con espanto que no hay sacarina. Pánico. Sea lo que sea lo que haya dentro de ese inmenso chándal, se va a poner como una fiera cuando se lo diga. De todos modos, no hay salida. Cuento hasta diez para tranquilizarme, preparo la mejor de mis sonrisas y me acerco hasta eso con el café y los bollos
- Lo siento, pero no hay sacarina - expongo conciliador - si quiere le quito la nata del bollo y la mantequilla del croissant, así no engordará tanto y, además, le ayudará a regular el nivel de colesterol
Si eso mismo se lo hubiera dicho el pelma del Sánchez Ocaña no habría pasado nada. Sin embargo, yo he terminado esposado por los maderos y con una clienta encajada de cabeza en la máquina de los hielos (mi trabajo me ha costado, ojo).
Sí, realmente va a ser un día muy duro.

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  SEXO

"Seguro que te gusta... A mi hermano le encantó" - me dice melosa.
Su hermano es uno de esos tipos que creen que un ciclo de Cine Negro consiste en una selección de películas de Sidney Poitier y Eddie Murphy, así que no me hago ilusiones sobre la peli que me espera.
Para consolarme la miro de arriba abajo. Es impresionante. Considerando que, a mi edad, las posibilidades de encontrar un ligue (diez cucharadas de sexo y un pellizco de magia) y coronarlo con cierto éxito son tan remotas como las de ver a un torero con barba, debo admitir que no estoy en condiciones de protestar.
- Seguro que sí, bonita - miento conciliador. Sólo espero que todo vaya como parece y que los milagrosos efectos prometidos por el jodido Tauritón estén a la altura de las cuatro mil y pico pelas que me ha soplado el farmacéutico.
Sin embargo, al cabo de media hora todo se ha venido abajo. Ella se ha dejado llevar por "Sentido y sensibilidad". Yo he perdido el sentido y la sensibilidad y sólo pienso en el sexo en su faceta Cromagnon. Ella ha agotado dos paquetes de kleenex y hay mocos hasta en las palomitas. Yo tengo un contencioso con mi vecino de la derecha por el brazo de la butaca  que puede acabar a hostias en cualquier momento. Ella mira con admiración a Emma Thompson y con lánguido deseo a Hugh Grant. A mí, Emma Thompson me recuerda a una profesora de aspecto afable pero alma renegrida que tuve de crío, en cuanto a Hugh Grant... me da una idea.
Después del cine, el silencio. La llevo a su casa. Nos despedimos en el coche, sin más. Me voy a tomar una copa.
"¡Hola, miamol!. Tiempo sin verte,  ¿aha?" - me dice Ruth, mulata exuberante, 120 de pecho. Muy cariñosa. Domicilio y hotel.
No tengo remedio. Y el puñetero Tauritón me va a salir por un ojo de la cara.

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 APOCALIPSIS

"¡Arrepentíos, pecadores. Esta noche es el Fin del Mundo!", grazna el fulano con aspecto de cotorra desnutrida que acaba de subir al bus.
Acostumbrado a lidiar con todo tipo de majaras, el conductor no le hace ni caso. Los pasajeros, sin embargo, hemos decidido prestarle un poco de atención. Más que nada porque el 38 que lleva en la mano parece auténtico.
"El Señor me ha enviado una señal...", proclama
- Sí, claro - le interrumpo - y te ha dicho a ti solito que lo que mola en estas circunstancias es una matanza en un urbano,  ¿no?
Su sorpresa y el estupor del resto de los viajeros se pueden casi masticar. No soy un héroe, pero la grúa me ha levantado el coche, y para una vez que me veo obligado a utilizar el transporte público, va y me toca la china. Mi estado de ánimo es borrascoso y, además, si el alucinado éste tiene razón y el mundo se acaba esta noche... no tengo nada que perder, qué coño.
- Mira chaval - continúo aprovechando su vacilación - no sé quién te ha enviado esa señal, pero te han timado. Eso que llevas en la mano no tiene más que seis balas, nosotros somos como unos treinta y, puedes creerme, los que sobrevivamos al tiroteo estaremos muy pero que muy enfadados contigo.
Su mirada sugiere que acaba de recibir una nueva revelación: está loco, pero sabe contar.
"Que nadie intente seguirme", ladra mientras salta del autobús en marcha, justo a tiempo de aterrizar bajo las ruedas de un camión de reparto de quesos Caprice de Dieux.
"¡Pobre infeliz!", suspira una mujer a mi espalda, "¿cómo ha podido creerse que esta noche era el Fin del Mundo? Si la Virgen me dijo a mí el otro día que será en 1999". Alguien debería registrarla por si también lleva un arma. Yo prefiero apearme y jugarme la vida practicando el pasodecebring.

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DECLARACIÓN

"Entonces, sus ingresos como músico de orquesta son de 2.457.832 pesetas al año ¿correcto?", me pregunta maquinalmente.
- No - respondo con alegría - En realidad gano muchísimo más, lo que pasa es que no me gusta presumir.
Me observa fríamente por encima de sus gafas. Creo que tantos días seguidos recibiendo declaraciones del I.R.P.F. han privado a esta maravillosa mujer del inapreciable don de apreciar mi fino humor. No importa: cuando termine mi declaración no tendrá más remedio que darme el sí. Será mía o no será de nadie.
"¿Patrimonio?", prosigue tras un profundo suspiro.
- Su proposición me halaga sobremanera, pero es imposible... ¡ya estoy casado! - dramatizo - aunque... si usted me dice "ven", lo dejo todo - bolerizo.
El efecto de mi gag es inmediato. Súbitamente, la frialdad desaparece de su mirada. Mi hábil verborrea la obliga, poco a poco, a descubrir sus verdaderos sentimientos y sus ojos dudan entre el odio o la repulsión, optando finalmente por el estrabismo. Pero yo no me dejo engañar: sé que tras ese áspero gesto y esa mirada amenazante se esconde un corazón emponzoñado de amor hacia mí.
"¿Y el Libro de Familia?", consigue articular finalmente con un dulce gruñido de jabalí tuberculoso en celo.
- Comencé a escribirlo hace dos años, pero me va ser imposible terminar el último capítulo hasta que no se mueran todos los personajes - me excuso con simpatía.
Hoy estoy irresistible. Así las cosas, ella sólo puede arrojarse ciegamente en brazos de la más incontenible pasión. Y lo hace. El primer arañazo me pasa muy cerca del ojo derecho, y la grapadora alojada en mi esófago hace las delicias del equipo de Urgencias, poco habituado a este tipo de fantasías ¡Ah, el amor!.

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 PISCINAS

"Mamá, yo no..."  ¡PAF! "¡Buaaah!"
Mamáyono Pafbuá. Sería un bonito nombre para alguno de esos grupos que actúan en el WOMAD y cosas así, si no se tratara del estribillo del culebrón madre-hijo que, pegadito a mi toalla, protagoniza esta calurosa tarde de piscina. La madre tiene un prodigioso sentido del ritmo que le permite conectar siempre el golpe en el momento justo de la frase. El chaval, por su parte, tiene un buen juego de piernas pero no sabe esquivar, así que se limita a coleccionar bofetadas y reventarme la siesta a dúo con su mami. Es posible que la gente venga aquí a relajarse, pero el ambiente es tenso. Debe ser el calor.
"Atención, atención...", nos acaricia la recepcionista por megafonía, "se ruega al propietario del vehículo matrícula navarra-tres-cero-dos-uno-efe, que haga el puto favor de retirarlo, o le pegaremos fuego. Graciaaas."
Sí, hay tensión. Renuncio a la siesta y opto por darme un paseo. En la piscina, un grupo de adolescentes vocea la capacidad pulmonar de uno de los suyos: el pavo lleva más de veinte minutos en el fondo y aún no ha salido a respirar. El colectivo femenino al que trataban de impresionar, más inteligente que todo eso, se ha ido a buscar un médico. Decididamente, el calor afecta a las meninges. Aunque sean escasas.
"Atención, atención...", cloquea con fingida suavidad la chica de recepción, "se ruega al señor Fulgencio Musguillo que acuda al teléfono. Le llama La Susy, el volcán brasileño del Follanding Club. Graciaaas." 
Es un golpe bajo. Diviso unas bermudas absurdas perseguidas por un bañador intolerable relleno de esposa. Seguro que se trata del putero de Musguillo. Que le den, yo me vuelvo a mi toalla.
"Mamáyono..." ¡PAF! "¡Buaaah!"
O este chaval aprende a esquivar, o ésta va a ser la canción del verano.

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 RECADITOS

"¿Y qué le parece este cedé de Vómito Barroco? - sugiere el dependiente - Es un grupo neopunk que hace versiones de los Sex Pistols para clavicordio, arpa, viola da gamba, solista castrati y flautas de pico".
- Fascinante - miento educadamente - Y muy adecuado lo de las flautas "de pico", pero necesitaría algo más convencional.
Mientras el listillo del mostrador se afana en buscar otras alternativas, maldigo en silencio el encarguito de mamá: "Tu primo segundo viene mañana. Cómprale un disco". Es fácil decirlo, pero buscar música enlatada para un fulano con el que ni siquiera he hablado por teléfono en los últimos veinte años, tiene mucha tela. Lástima que algunos parientes renuncien a su condición de “lejanos” en ocasiones.
"¿Y este disco de Pópolis Papanataias?", me interroga el enterao interrumpiendo mi sesión de resentimiento. "Es un remix de los grandes hits del pop griego, incluyendo flatulencias sampleadas de Demis Roussos".
Este muchacho tiene la jodida obsesión de demostrar que está al tanto de lo más de lo plus de lo total de lo último de lo guay. Me pone muy, muy nervioso.
- Interesante, pero no - respondo apretando los dientes - Lo que necesito es algo sencillo y famoso... un superventas, ¿entiendes?
" Y ¿qué le parece cachete con cachete y pechito con pechito?", me insinúa con un guiño cómplice.
-  Y ¿qué te parece piecito con huevitos y puñito con dientitos? - respondo amenazador.
Asustado, me explica que no se trata de una proposición, sino del título de una de esas canciones que convierten el verano en la estación de la estulticia. Le respondo que no, pero me ha dado una idea.
-  ¿No tendrás por ahí "Macarena"? - pregunto esperanzado.
"¿Qué versión quiere?", responde, "¿La original? ¿la de Luis Cobos con la Royal Philarmonic Orchestra? ¿la de los Tres Tenores con los Monjes de Silos? ¿la de Michael Jackson con los Bom Bom Chip?... y si espera un par de días tendremos la de Montserrat Caballé con Iron Maiden y la Tuna Compostelana."
Me rindo. Compro dos cassetes de Alma Navarra en oferta y un recopilatorio de Torrebruno... y que le vayan dando al primo belga. Así es posible que dentro de otros veinte años se lo piense dos veces antes de volver de visita.

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 UNIVERSIDAZ

"Lamento no poder ayudarle, pero soy nuevo aquí. Tendrá que preguntar a mi compañero.", se disculpa el pastor alemán.
"¡Pregunte al bedel! ¡Y circule, coño! Está entorpeciendo el acceso al edificio", gruñe su uniformado compañero.
Me despido del perro, lanzo un palo que el guarda jurado va a buscar ladrando alegremente y me dejo arrastrar por la ansiosa turba de estudiantes que hoy comienzan el curso.
Ya dentro, recabo información de un hombre con traje azul y galones. El fulano resulta ser un piloto de Iberia que ha decidido matricularse en Derecho y se siente profundamente ofendido por mi confusión. Para evitar males mayores, vuelvo a utilizar mi experiencia en el trato con los uniformes: le acaricio el lomo hasta que deja de gruñir y le doy un terrón de azúcar. Cuando me alejo de él, me persigue moviendo el rabo, lo que provoca un considerable tumulto que me resulta muy útil para encontrar un bedel auténtico y libre de compromisos.
- Perdone, yo venía a... - comienzo a decir.
"¡Ah, sí! tú eres el de...", me interrumpe.
- Sí. Me mandan para... - le piso, sin dejarme impresionar.
"Pues ahora te digo dónde.", remata con veteranía.
Aunque llena de sobreentendidos, la conversación resulta muy instructiva, para eso estamos en una Universidad. El bedel me manda al secretario quien me envía al oficial mayor quien a su vez me remite al vicerrector el cual - amén de recomendarme disciplina en el estudio - me sugiere que hable con el gerente quien, a pesar de su excelente juego de cintura, no puede esquivar mi justamente célebre gancho de derecha al mentón.
"Hable con el decano de mantenimiento", me indica amablemente antes de perder el conocimiento.
Empiezo a estar harto de este sitio. Y eso que yo sólo he venido a revisar los jodidos extintores. Cuando pienso en la gente que va a pagar una barbaridad por estar aquí cinco años arriesgándose, encima, a que les suspendan... siento escalofríos.

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 FESTIVALDIA

"No tiene el pulso narrativo de sus anteriores filmes", dice uno de ellos.
"Ha equivocado el tempo, lo que redunda en una exposición reiterativa", añade otro.
"Y ni siquiera es chino... o turco", corona el tercero.
- Ponme un martini con sifón - grazno - o mejor aún: ponme un martini seco y métete el sifón en el culo.
Es lo bueno de tener confianza con los camareros: te permiten ser desagradable a cambio de que pagues la consumición y aceptes que ellos también se pongan bordes de cuando en cuando. Un buen trato. Además he conseguido que mis vecinos de barra dejen de exteriorizar sus sesudos análisis.
"¿Me pagas antes o después de que te rompa la cara?", me dice sonriente el camata.
- Mitad y mitad - respondo veloz - y si me gusta la paliza te daré propina.
Al fondo de la barra, una chica rubia e inexplicablemente sola sigue nuestra conversación y me mira con la ambición propia de una aspirante a estrella. Es lo bueno de los festivales: mucha gente, muchos intereses, mucha confusión, muchas oportunidades. Tras asegurarme de que mi falsa acreditación como "productor" sigue en mi bolsillo, decido pasar a la acción.
- Hola ¿Estás sola? - pregunto adocenado.
"Me gustó más Mujer blanca soltera busca..., la verdá", responde.
Es hábil, la nena. Me encanta. Media hora más tarde, y únicamente debido a mi fingida condición de "productor", estamos en la habitación de un hotel. Ya sé que soy un cerdo, sí. Pero si fuera por ahí diciendo que sólo soy el proyeccionista del festival, me vería condenado al perpetuo onanismo, y ya no tengo edad para esas cosas. Además, yo también me arriesgo a que me defrauden. Si no fuera así, no estaría ahora esposado a una cama viendo cómo ella se pone, muy lentamente, un preservativo.

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 ATESTADOS

"¿Qué ha ocurrido aquí?", pregunta desganado el munipa.
" Nada ¡Ese imbécil, que se ha saltado el semáforo y se me ha echado encima con su mobilete!", ruge el baboso del Mercedes señalando al aturdido repartidor de telepizza.
- Disculpe agente - intervengo - pero no ha sido así.
"¿Usted lo ha visto?".
- Todo. Ha sido ese señor del coche grande el que se lo ha pasado en rojo. Y por su culpa casi se mata ese pobre chaval.
Es mentira. En realidad yo no he visto nada, sólo he oído el frenazo. Pero son las cuatro de la madrugada, está todo cerrado y tengo la noche rompehuevos. Además, el tipo del cochazo tiene cara de especulador inmobiliario, así que... a por él.
"¿A qué velocidad calcula usted que circulaba el automóvil implicado en el siniestro?", formulariza la autoridad.
- A más de cien - afirmo con la seguridad que proporciona la ignorancia - y yo creo que está borracho.
"¡Mentirosojoputacabrón!", se amontona el millonario.
"¡Hagalfavordecallarsen!", ordena el pitufo.
"¿Mi Federico borrasho? ¡Eso no pué sel!", brama un travesti que acaba de llegar, "hastao tol rato conmigo, que li hecho un servicio completo, y no sametío más cuna rayita coca".
"Esosverdá", subraya la compa de la drag queen, "quejquel pobrestá deprimío porque lan jodío unantrega de armas y amás el banco no le quiere blanquearle ya más millones."
Esto se anima. El repartidor mira absorto los restos de pizza esparcidos por la calzada. Decido rematar la faena. Me desnudo, me arrojo en los brazos del estupefacto Federico y lo denuncio por acoso sexual. Y si cuela, cuela.

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OPERARIOS

"¿Vengo en mal momento?", pregunta educadamente al ver mi careto de asombro.
- Psíiii... nooo.. no sé... depende ¿Te envía Genaro? - arranco de una jodida vez.
"¿Genaro?... Nononono", contesta sonriente el muchacho, "yo vengo de Morrotronic. Nos llamaron ustedes para reparar el televisor".
- ¡Ah sí! Es verdad - respondo tenso - Es que con el lío de la mudanza ya no me acordaba. Pasa, pasa.
Mientras el inoportuno operario se enfrenta con las sucias tripas de la caja tonta, yo continúo con mi labor de embalaje. Guardo cuidadosamente unas cuantas prendas de piel en una maleta y maldigo entre dientes al idiota de Genaro y su afición a llegar a todas las citas más de media hora tarde.
"Perdone... ¿Decía usted algo?", inquiere el McGyver de los cojones.
No, no. Hablaba sólo - rezongo - Y díme ¿tienes para mucho con la tele?.
"No, qué va. Ya he terminado. No era más que un cablecito suelto. Son 7.500 pelas.", escupe con naturalidad.
Busco por todos los cajones de la casa, hasta que por fin encuentro, bajo un montón de calzoncillos absurdos, una caja de puros con dinero.
Ten, chaval. Quédate con el cambio - le digo alargándole un billete de diez mil.
"Ah, pues gracias", admite sin discusión y sin vergüenza.
Además de la propina, le regalo un par de candelabros, una cursilada de Lladró, un cenicero de la Expo 92 y lo acompaño hasta el ascensor. Ya de nuevo solo, termino de empaquetar lo más importante y me siento a esperar a Genaro. A ver si podemos cargar la furgoneta y largarnos antes de que lleguen los dueños de la casa. Y eso que esta vez ha habido suerte: vamos a levantar un televisor recién arreglado. Aunque, la verdad, 7.500 pelas por soldar un miserable cablecito me parece un robo ¡No sé dónde vamos a llegar!.

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 HOU, HOU, HOU

"Yo quiero la Barbie Anoréxica, el Nenuco Cagón y el Predíctor de la Chabel", me taladra con su vocecita aguda y su tonillo redicho.
- Mira, mona - respondo con mi falsa voz de Papá Noel - si vuelves a chillar así, no sólo no te traeré nada de eso sino que, además, me chivaré a tu papá de que asustaste a una monjita con un tampax ¡Hou, hou, hou!.
Mientras se aleja, entre incrédula y asustada, la niña remata su petición con un balón para su hermano, una colonia para su padre y un abrigo de visón para su madre. Fascinado por el curioso concepto que la nena tiene sobre el reparto del botín, me dispongo a enfrentarme con el siguiente enano pedigüeño cuando, discreto pero firme, se interpone el jefe de personal.
- Supongo que no pretenderá sentarse en mis rodillas y pedirme un ascenso - murmuro.
"¡Idiota!", susurra amable. "Hemos tenido quejas de varios clientes que dicen que has asustado a sus hijos".
- Alego defensa propia - respondo precavido.
"¡No digas chorradas! El tipo que hace de Papá Noel en la tercera planta también tiene que aguantar a los críos, y nadie se ha quejado de él"
- Ya - espeto agresivo - pero yo no aprovecho la ocasión para regalarles droga.
" ¿¡Qué!?", palidece, "¿quieres decir que... él... aquí?".
-  Y ¿dónde si no? En Navidad los colegios cierran por vacaciones. Además, aquí puede ampliar su cartera de clientes.
"Peroperopero... eso es un escándalo..."
- Cierto - remato la trola - Ese fulano debería ser jefe del departamento de marketing, y no desperdiciar su talento comercial en asuntos de chichinabo.
Mientras un atribulado jefe de personal corre a la tercera planta acompañado por dos seguratas, acomodo en mis rodillas al niño de gesto torcido que encabeza la fila.
-  Y ¿tú que vas a pedir pequeño? ¡Jou, jou, jou! - río postizo.
"¡Que te folle un reno, gordo!", me espeta desafiante el pigmeo mientras me apunta con una recortada.
Debería haber aceptado la oferta del INEM para dirigir el tráfico en Beirut. Al menos, allí no te insultan antes de dispararte.

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