viernes, 30 de septiembre de 2011

¿Víctor?... C'est moi


Habrá que presentarse, siquiera para que sepas si merece la pena continuar leyendo o es preferible seguir buscando porno con dragones de Comodo (lo mejor junto un gang bang de iguanas con mandriles). Soy escritor. A día de hoy columnista del suplemento ON, del Grupo Noticias, donde se publica Hablando en bata, el artículo que garantizará - al menos durante un año - que este blog se actualizará cada quince días, como que me llamo Recesvinto. También soy ex-guionista de TV (de Vaya Semanita, en concreto). O todo eso junto, más guitarrista de un grupo de folk celta llamado Iddawc.

Arañacuerdas y juntapalabras, entre otras habilidades que me callo porque aún no se han acostado los niños. Vamos, que si fuera Miguel Bosé estaríamos hablando de "un artista de personalidad poliédrica", pero en mi caso habrá que hablar de un "chapas que le pega a varios palos" aunque - ahí sí que nos igualamos Bosé y yo - con más voluntad que gloria (o con más pena que acierto, o como coño se diga)
Y por seguir una poca a la contra, en vez de actualizar mi perfil, voy a envejecerlo arrancando desde la niñez, ese club del que todos hemos sido socios (salvo - creo yo - Rubalcaba y Rajoy, que nacieron ya con escaño y barba). De niño, confieso mi vulgaridad, me admiraba Superman. Que un tipo con todos esos poderes se dedicara a salvar al mundo en lugar de dominarlo tan ricamente y sin dar un palo al agua me parecía de una estupidez asombrosa. Por otro lado, lo de Lex Luthor me resultaba igualmente pasmoso: un multimillonario empeñado en amargarse la vida por dominar un planeta que se puede comprar por parcelas me resultaba también asombrosamente imbécil. Así que con esos modelos de conducta, como no podía ser de otra manera, acabé volviéndome bipolar con alevosía, es decir: mis dos polos eran idiotas.
Afortunadamente, la adolescencia vino al rescate arrojando luz sobre mi penumbra existencial y descubrí que los referentes de la niñez eran simples bobadas. Encontré el eje alrededor del cual giraba la vida, la respuesta que daba sentido a la existencia del ser humano y resumía y explicaba el equilibrio de los planetas e incluso la infinitud del cosmos: follar. Y consagré toda mi adolescencia a un único fin: convencer a cada chica que conocía de la absoluta trascendencia del coito. Pero eran años duros para los pensadores profundos sin moto ni talento para el baile, así que apliqué mis principios filosóficos, como muchos otros idealistas de mi generación, al perfeccionamiento del bricolage sexual demostrando, al cabo, que todo estaba en nuestras manos.
Y de aquella etapa a mi actual medio siglo todo pasó muy deprisa, incluyendo prensa, programas de radio como guionista y locutor, una sección llamada Bolotomía durante los catorce años que duró la revista "El Bolo Feroz", guionista de TV y folklórico céltico con disco en el mercado (aprovechando que ahora los discos se venden como churros, me han dicho)
"¿¡Y qué coño me importa a mí toda esta chapa!?", te preguntas como si el tipo del Círculo de Lectores te hubiera colado las obras completas de Pío Moa. Pues seguramente, nada. Pero si has leído hasta aquí, algo te pasa. Seguro. Pide hora con tu médico si aún no han cerrado tu centro de salud para poner un chino.

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